Encuentro con Rente

Un ermitaño en el fin del mundo.

Al final de un camino cuya única salida es el mar, en el extremo occidental de la isla, vive un personaje sorprendente. Conocí a Rente por casualidad mientras quería explorar las ruinas, que creía deshabitadas, de una casa perdida entre las rocas junto al mar.

Él apareció y me invitó a su humilde pero sorprendente morada.

Desde hace 30 años vive allí, como un troglodita, y vive del trueque: pescado y marisco por arroz y pasta, y unas cuantas cervezas, o incluso más.
Al ver las botellas alineadas, lo primero que pensé fue en un bar junto al mar, pero no, era su casa. Sin embargo, sospecho que tiene tendencia a beber.

Rente

Hospitalidad notable

Lo que me gusta de Rente es su hospitalidad gratuita, su entusiasmo: invita a los transeúntes a acercarse a hablar con él, incluso tiene libretas donde los viajeros anotan sus comentarios.

Por casualidad de la vida, unos días después conocí a una pareja belga que también había pasado por Rente y había comido un plato de pasta con mariscos (lapas).

Me confirmaron que no había ninguna transacción de dinero, sólo el placer de estar juntos, de compartir.

Rente podría ser un ermitaño misántropo, amargado por la sociedad de la que se ha alejado.

Pues no, a pesar de su aislamiento (o quizás gracias a él), busca compañía humana.
Incluso preparó algunas cañas de pescar para los niños que lo acompañarán en un viaje de pesca.

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